Dentro del amplio abanico de géneros y títulos publicados para el admirado Atari ST a finales de los 80 y principios de los 90, ocupan un lugar especial los juegos de habilidad. En este pequeño viaje retrospectivo hemos repasado algunas de nuestras mejores experiencias a los mandos de esta increíble máquina de 16 bits, con videojuegos de plataformas, de carreras, shoot ‘em ups o aventuras gráficas, pero todavía no nos hemos detenido en esos títulos de acción que tanto nos exigían estrujarnos los sesos, no tanto por los desafíos en forma de puzzles a resolver, sinó por la precisión, pausa y meticulosidad que requerían para superar cada obstáculo y nivel. Estos son, en efecto, los famosos juegos de habilidad, esos que nos hacían perder la paciencia, lanzar el joystick por la ventana, estampar el bocadillo de Nocilla contra el teclado o quedarnos ante la pantalla un ratito más de lo que nos dejaban nuestros padres, a ver si así al final lográbamos superar el siguiente reto.
Y en este género, que tan sabiamente combina elementos de acción (y muchas veces de plataformas) con otros de inteligencia, tendría cabida una variopinta multitud de títulos muy diferentes entre sí. Por un lado teníamos los clásicos y archi populares juegos de piezas tipo puzzle, cuya mecánica consistía en completar rompecabezas encajando polígonos, y por otro los títulos donde manejábamos a un personaje con la finalidad de sortear obstáculos o pruebas con el uso de la habilidad, el ingenio o la estrategia. Así que empecemos.
La cabeza me va a estallar con tanta pieza
Al principio parecen fáciles, y su increíble simpleza y adicción enganchan a cualquiera (seguramente por eso son tan conocidos y universales), pero los juegos tipo puzzle o rompecabezas, es decir, los de estilo Tetris, Klax, Columns, etc, donde tu objetivo es ir encajando piezas, pueden llegar a desesperarte… pero son tan divertidos! Todos ellos son arcades originales de los salones recreativos y tuvieron su conversión a Atari ST, aunque ya sabéis que a estos me los salto porque siempre es mejor jugarlos en su versión original coin op, y aquí vamos a ver títulos que salieron directamente para el ST.
Primeramente tenemos una serie de clones del arcade Tetris, pero cada uno con su toque personal. No son ports del juego sinó títulos independientes basados en su misma mecánica (colocar y encajar piezas que van cayendo verticalmente para formar líneas). Entre ellos destaco tres juegos no comerciales de dominio público, aunque los hay ciertamente a puñados y cada uno tendrá sus favoritos.
Teteri (Digital Reality, 1993) es una especie de demo técnica jugable creada por Peter Thorp, una auténtica locura visual (ninguna compañía habría aceptado publicar esto como un juego comercial, puede provocar ataques epilépticos con tanto color y movimiento mareante), con una capa de scroll parallax y semitransparente de movimientos oscilantes hipnóticos flotando sobre el área de juego, y otra capa de scroll rotativo en la parte inferior, con un texto a gran velocidad. Las piezas y el entorno se presentan únicamente en tonos de azul, y a medida que vas encajándolas forman una masa uniforme como si fuese una sombra, mientras que el scroll pasa por encima cambiando de color sobre las piezas. Todo ello consigue un curioso efecto visual que te hace explotar la cabeza con músicas increíbles ripeadas del magnífico Mad Max (Jochen Hippel), y te ofrece una trepidante y sorprendente experiencia, muy alejada de las sosegadas y tranquilas partidas que imaginabas al Tetris.
Un año después vio la luz Battletris+ (New Core, 1994), un curioso juego que se podía adquirir en librerías de dominio público. Se trata de la versión mejorada de Battletris para STE, aprovechando las capacidades del STE y el sonido DMA digitalizado, así como la posibilidad de jugar en línea en modo multijugador conectando dos ordenadores. Presenta unos gráficos detallados en un entorno tecnológico futurista, con las piezas de un único color metálico uniforme, como si estuviéramos a los mandos de una central nuclear, y con una música muy lograda y envolvente durante el juego. Es muy divertido, especialmente en el sorprendente modo multijugador (imagina eso en 1994).
Finalmente, tres años después Oliver Heun presentó un clon de Tetris a modo de demo técnica para el STE, exprimiendo las posibilidades de su hardware. STetris (Paranoia, 1997) vio la luz en el mercado de shareware y freeware (no hay que confundirlo con el otro juego de 1989 llamado exactamente igual, ni con ST Tetris de 1991) y sorprendió por su fluidez, por la increíble cantidad de colores en pantalla y por la espectacular música techno digitalizada que acompaña el juego. El grupo Paranoia estaba muy metido en la demoscene de finales de los 90, demostrando que se podía extraer mucho más jugo del Atari STE del que los desarrolladores comerciales habían sido capaces (de hecho, los más espectaculares efectos visuales y sonoros en un Atari ST los verás en las demos amateurs). Este juego utiliza el sonido DMA del STE para ofrecer una increíble banda sonora de música electrónica muy noventera con efectos de sonido y voces digitalizadas, y piezas de un interesante degradado que va cambiando de color mientras caen. Además, incluye un modo de dos jugadores muy divertido, y por todo ello constituye un juego muy interesante y frenético.
Y después tenemos los “otros” juegos de piezas, aquellos títulos que buscaron innovar la mecánica tradicional de los rompecabezas presentando nuevas y originales propuestas de juego, alejadas de la intención de ir formando líneas en vertical. El primero que vamos a ver es Loopz (Audiogenic Software, 1990), un ingenioso título que nos propone formar polígonos cerrados o loops con las piezas que van apareciendo aleatoriamente en pantalla. Podemos moverlas y rotarlas con el ratón por todo el espacio de juego, y debemos ir juntándolas hasta formar una figura completa que, al cerrarla, desaparece.
A medida que vas avanzando los niveles y el tiempo transcurre, todo se vuelve más estresante y difícil, con una curva de dificultad moderada que te permite ir aprendiendo y cogiendo agilidad y rapidez de respuesta. La música durante el juego es intrigante y mágica, y cuando se te va acabando el tiempo se acelera como en un concurso de preguntas y respuestas, con su correspondiente dosis de estrés y diversión. Existen 3 modos de juego, para hacerlo todo un poco más variado y menos repetitivo. En el modo A tu objetivo es crear el máximo número de loops juntando piezas hasta que te quedes sin espacio o sin tiempo. En el modo B la mecánica es la misma, pero al cerrar un loop te aparece un desafío de bonus, consistente en observar un patrón que después debes memorizar y recrear. Y en el modo C directamente debes completar patrones de bonus recreándolos, tantos como puedas.
Al final resulta un título sorprendentemente adictivo y desafiante, que asegura buenos ratos de diversión y varios quebraderos de cabeza. Audiogenic ya sabía lo que hacía, se había sacado de la manga el breakout Impact en 1987 y el genial y loco Helter Skelter en 1988 para Atari ST, aunque fue con Loopz cuando realmente destacaron por encima del resto. El juego obtuvo un éxito considerable, y tuvo posteriores versiones para Super Nintendo y Atari Lynx.
Y finalmente, para acabar con la locura de juegos de piezas, un clásico: Pipe Mania (Empire – The Assembly Line, 1989). En este legendario y conocido título, distribuido en el mercado americano por Lucasfilm Games bajo el nombre de Pipe Dream, encarnamos a un avispado fontanero que tiene la misión de ir juntando trozos de tuberías para canalizar el agua. Las piezas aparecen aleatoriamente una por una en pantalla y en este caso no se pueden rotar, sinó que debemos colocarlas tal cual surgen para que formen una tubería contínua por la que después pueda circular el agua. Para superar cada nivel hay que conseguir juntar un mínimo número de piezas antes de que el agua llegue al final del recorrido construido.
La propuesta resultó bastante original, una vuelta de tuerca más (nunca mejor dicho en un juego de fontaneros) que tuvo muy buena acogida. La gracia, y a la vez su dificultad, recae en la rapidez y pericia que tengas a la hora de juntar correctamente las piezas contrarreloj, ya que una vez se agota la barra de tiempo de la derecha el agua empieza a fluir, entonces debes apresurarte a seguir construyendo antes que te alcance. Todo se vuelve una locura a medida que avanzas en los niveles, cuando el tiempo es cada vez menor y el agua corre a mayor velocidad. En la parte superior derecha un contador indica el número mínimo de tuberías a ensamblar para superar el nivel, y si al pasar el agua por ellas lo has hecho bien y puede atravesarlas correctamente, se contabilizan como válidas. Si te das cuenta que una pieza está mal colocada, puedes reemplazarla por otra, siempre que el agua no haya llegado a ella.
Como ayuda, ya que no todo son dificultades y penurias en este divertido juego, a la izquierda podemos ver las 4 piezas siguientes que van a salir, y en el modo especial avanzado aparecen dos tipos de piezas distintas a escoger entre dos bloques separados, para los más atrevidos que ya se han pasado el juego en modo normal. También incluye un modo de dos jugadores, lo cual lo hace más ameno y entretenido, y cada 4 niveles jugamos una fase de bonus donde las piezas van cayendo desde arriba y debemos apilarlas conectando cuantas más tuberías mejor. Después de cada bonus habremos superado un bloque y obtendremos un password, entonces el fondo cambiará de decorado y pasaremos a los 4 siguientes niveles (los tendremos formados por cuadros metálicos, burbujas verde limón, losas de piedra…y con diferentes obstáculos como peces, surtidores de agua, tuberías con flechas de dirección obligatoria o agujeros).
En definitiva, Pipe Mania es un juego genial y muy adictivo, que fue portado a una infinidad de ordenadores y consolas, y posteriormente tuvo sus continuaciones en consolas de nueva generación y hasta dispositivos móviles y tablets.
Señor, guíame hacia la luz!
Dentro de los juegos de habilidad con plataformeo, empezó a destacar un curioso formato que consistía en guiar a los personajes hasta la meta, preparándoles el camino para esquivar obstáculos y trampas, de manera que no manejábamos directamente a los protagonistas sinó que modificábamos el recorrido para que éstos pudieran llegar al final.
Bajo esta idea nació un genial título altamente inspirado en el popular arcade de Tecmo de 1986 llamado Solomon’s Key, donde encarnábamos a un mago que debía llegar a la salida creando bloques y saltando por ellos. Así que tres años después apareció para Atari ST el fantástico Spherical (Rainbow Arts, 1989), con una propuesta y estética prácticamente idénticas, pero con la peculiaridad que el mago en cuestión (esta vez más barbudo y estilizado) era el encargado de guiar a una bola mágica hasta la salida, preparándole el camino a base de poner y quitar bloques (no lo confundáis con otro juego de idéntico nombre, de pataformas y desplazamiento lateraol, aparecido en 1994 de la mano de Fusion Design). Al parecer el malvado dragón Mirgall quiere apoderarse del mundo, y como arma para evitarlo disponemos de nuestra bola Starball, así que nos metemos en el castillo del dragón, lleno de peligros y enemigos (todo tipo de fantasmas, bichos, animales y magos) con la misión de hacer llegar la bola hasta el bicho y destruirlo.
Si es que Rainbow Arts no daba puntada sin hilo. Ya vimos en un artículo anterior de lo que fueron capaces con la saga Turrican, pero es que Spherical no se queda para nada corto. Con una divertida y pegadiza música y unos gráficos coloridos y bien detallados, este juego representa todo un desafío a tu habilidad y estrategia. La bola mágica parte de un punto elevado de la pantalla estática y dispones de un tiempo limitado para observar el camino que necesita recorrer hasta llegar a la salida (te recomiendo que pongas la pausa y medites con detenimiento qué vas a hacer para que lo logre) y ponerte a crear y quitar bloques para que pueda llegar al final, teniendo en cuenta que cuando se acabe el tiempo empezará a rodar de izquierda a derecha y deberás contar con la fuerza de la gravedad que la arrastrará siempre hacia abajo. A partir de aquí, debes esquivar obstáculos y enemigos con el mago hasta completar todos los bloques necesarios para que la bola no caiga, y llegue a buen puerto.
Afortunadamente el mago no muere al ser alcanzado por un enemigo, cuenta con una barra de energía que va disminuyendo, y si la bola queda atrapada y no puede avanzar más existe la opción de reiniciar el nivel. Puedes escoger diferentes rutas, y cada 10 niveles aparece un bicho jefazo que hay que derrotar, hasta llegar al jefe final, el dragón Mirgall, pero para ello debes superar 79 pantallas de nada (que si las juntas con todas las habitaciones secretas que puedes descubrir, te salen más de 100 niveles).
A medida que avanzas consigues passwords muy útiles, ya que el juego es largo y difícil. Requiere de todo tu ingenio y habilidad, y mucha práctica. Afortunadamente contarás con algunas ayudas, como una varita que te hace saltar de nivel, una linterna que te vuelve invulnerable, una bengala que produce una bola para destruir a los enemigos, una botella roja que los destruye temporalmente, un útil reloj de arena que detiene el tiempo y te da un respiro, o una pócima que cambia la gravedad.
El modo de dos jugadores simultáneos ofrece opciones muy interesantes para que diseñes tus estrategias cooperando con algún amigo, y le da un toque más de diversión y genialidad a este singular y desafiante título, que definitivamente no te puedes perder.
Otro título destacado en este apartado de juegos de habilidad donde ejercemos de guías para allanar el camino es el singular Brat (Imageworks – Fours Field, 1991), publicado por los geniales Imageworks, quienes ya habían demostrado sobradamente su valía con juegos para Atari ST de la talla de Back to the Future 2, First Samurai o, especialmente, en su conjunción con los Bitmap Brothers: Xenon 2, Cadaver y la saga Speedball.
En el juego que nos ocupa encarnamos el papel de la niñera de un bebé travieso llamado Nathan, que decide irse de excursión por ahí a pasárselo en grande y es teletransportado accidentalmente a la dimensión de los juguetes, un entorno fantástico y lleno de peligros, así que nos tocará guiarle y prepararle el camino para que no se descalabre. Se trata de un difícil y divertido juego de habilidad de vista isométrica, donde el niño va avanzando a piñón fijo a través de hasta 12 niveles, sin detenerse ante nada ni nadie, lo cual implica que puede lanzarse por cualquier precipicio o caer en la infinidad de trampas y obstáculos que se irá encontrando. Nuestra misión es evitar que se mate, colocando a su paso todo tipo de flechas de dirección, indicadores y objetos para guiarle, así como resolver puzzles con iconos para esquivar peligros a su paso y permitir que siga avanzando sin caerse, y sin que el scroll superior de la pantalla le alcance (en tal caso perderíamos una de las 3 vidas).
Dicho así suena bien, pero es endiabladamente difícil y a veces resulta hasta frustrante, porque el niño y el scroll avanzan rápido y puede que no te dé tiempo a recoger y arrastrar los iconos con el ratón y colocarlos en su camino antes de que llegue al punto crítico de un precipicio, rampa o plataforma móvil. Requiere práctica y rapidez de movimientos, además de muchas dosis de paciencia y ensayo-error hasta dar con la tecla.
Presenta unos gráficos detallados y con mucho colorido, todo en un entorno muy al estilo de dibujos animados, empezando por la divertida intro con voces digitalizadas donde el bebé queda al cargo de la niñera y no tarda en deshacerse de su chupete, enfundarse sus gafas de sol, chupa de cuero y gorra, y escaparse. Por no mencionar los diferentes toques de humor durante todo el juego, especialmente cuando se agotan las tres vidas y se acaba la partida, donde aparece otra divertida secuencia animada con el niño cayendo al precipicio y cagándose en el jugador.
Cada vez que completas un nivel (no es tarea fácil, casi una proeza) por lo menos obtienes un password, algo es algo, y por el camino puedes recoger muchos objetos que te servirán de gran ayuda para superar los obstáculos. Al principio empiezas en un entorno de plataformas de tierra, piedras y rocas, con dinamita y carreteras, como si estuvieras en una mina. Después en sucesivos niveles pasas a una fase con árboles, hierba, toboganes y ríos, o por ejemplo un nivel donde estás rodeado de tecnología, robots y ordenadores. Los programadores y diseñadores pusieron mucho esmero en los detalles gráficos, los distintos objetos para interactuar, los enemigos, juguetes y los múltiples puzzles, y por todo ello este Brat resulta un juego divertido, aunque en mi opinión podrían haber reducido un poco la dificultad rebajando la velocidad de avance del scroll, para dar más margen de maniobra y mejorar la jugabilidad, aunque realmente es un título que merece la pena probar.
Y para acabar este bloque he dejado para el final el mejor título de este subgénero, todo un clásico que no necesita presentación ya que es atemporal y universal, y no puedo dejar de mencionar: el inigualable y genial Lemmings (Psygnosis – DMA Design, 1991). Es el paradigma del juego de habilidad-guía de personajes, donde debes sudar la gota gorda para preparar y allanar el camino a los protagonistas y conducirlos hacia la salida, o hacerlos picadillo.
¿Qué voy a decir de este clásico universal que no sepáis ya (si es que se puede decir algo más de un juego que permaneció más de un año consecutivo en el top 10 de los más vendidos)? Su éxito fue tal que cosechó rápidamente para Atari ST una extensión con más niveles, Oh no! More Lemmings (1991) y una continuación, Lemmings II – The Tribes (1992), fue portado a infinidad de sistemas y consolas y le siguieron múltiples continuaciones y adaptaciones para otras máquinas hasta la actualidad, donde puedes jugarlo hasta en un cajero automático o en una caja de cereales (bueno, quizá no tanto, pero casi…)
El juego consiste en guiar a esta tribu loca de curiosos y divertidos seres semi suicidas de pelo verde y túnica azul hasta la salida de cada nivel, ayudándoles a abrirse paso sorteando las incidencias del terreno tales como colinas, paredes, cuestas y de todo, escogiendo las diferentes acciones que pueden desempeñar (cavar, construir escaleras, trepar, lanzarse con un paraguas…) y asignándolas a cualquiera de ellos, para que abra camino al resto. Aunque, no nos engañemos, sabemos que lo más divertido es hacerlos explotar o verlos caer por un precipicio y estrellarse uno tras otro. Y es que los lemmings no se andan con rodeos, tal cual se abren las compuertas de un nivel empiezan a salir y avanzar sin cesar hacia cualquier dirección, sin miedo y abandonados a su suerte. Menos mal que estamos nosotros para evitar que se extinga toda su raza. Nadie sabe de dónde vienen estas criaturas suicidas, quiénes son ni a dónde van, ni por qué no hacen otra cosa que caminar hacia una muerte segura, pero son simpáticos y nos caen bien, así que no podemos hacer otra cosa que ayudarles.
Por supuesto, no siempre es necesario salvarlos a todos y llevarlos a la salida para superar un nivel, simplemente hará falta salvar a un número determinado que se nos indica al empezar, y podremos sacrificar a algunos para que el resto sobreviva. Eso sí, fases hay un puñado, tienes 4 niveles de dificultad con 30 fases distintas cada uno, a las que vas accediendo con un útil sistema de passwords, además de otras 20 fases en el interesante modo de dos jugadores a pantalla partida. Todas ellas fueron creadas por múltiples diseñadores, por eso son tan distintas y originales (algunas están ambientadas en Egipto, con pirámides, otras en cuevas con diamantes y piedras, sobre montañas con hierba y mar, en templos con lava verde, bajo tierra o en entornos infernales con fuego, lava, cuernos demoníacos y pinchos). Por el camino te encuentras todo tipo de obstáculos y precipicios, trampas giratorias que trituran a los lemmings o mangueras que escupen fuego.
Esta maravilla de juego es una locura que te hace estallar el cerebro y te vuela la cabeza a medida que avanzas, lo que al principio parece sencillo se va complicando hasta que te vuelves loco con tus amigos, que se apelotonan en tu habitación mientras ponéis la pausa y estudiáis a fondo el siguiente nivel, intentando pensar por dónde pasarán los malditos lemmings, los túneles que tendréis que cavar y las escaleras que construiréis. Aunque todo esto no valdrá para nada, y lo sabes, ya que todo lo que pueda salir mal saldrá mal, y los bichetes acabarán al fondo del abismo, entre risas y rasgaduras de vestiduras.
La música es divertidísima, hay una gran variedad de melodías basadas en canciones populares, obras de música clásica o temas originales, que a día de hoy aún resuenan por algún lugar de nuestra cabeza. También te encuentras de vez en cuando pequeños huevos de pascua ocultos por ahí, o niveles enteros ambientados en honor a otros juegos de Psygnosis como Awesome, Menace o el bosque siniestro de Shadow of the Beast, con la misma música utilizada en los juegos originales.
En definitiva, un título imprescindible que todo el mundo debería jugar al menos una vez en la vida, y al que no puedes dejar de revisitar una y otra vez cuando lo descubres.
Y hasta aquí la primera parte del artículo. Pero no te pierdas la continuación, ya que aún tenemos que ver sorprendentes y desafiantes juegos, algunos realmente históricos y que merece la pena recordar, así que nos vemos en breve.
Chuck McGallagher
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